sábado, 8 de noviembre de 2008

Seis ciegos y un elefante


El poeta norteamericano John Godfrey Saxe inmortalizó en uno de sus poemas una fábula india acerca de seis ciegos “que tenían muchas ganas de aprender y fueron a ver un elefante”.

Cada uno de ellos pensó que sería suficiente palpar al animal para saber cómo era; pero todos arribaron a conclusiones equivocadas al confiar “ciegamente” en su experiencia sensorial limitada.

Así el primero, al chocar “contra su ancho y robusto costado”, llegó a la conclusión de que el elefante era como un muro.

El segundo, palpando el colmillo exclamó: “Para mí está claro que esta maravilla de elefante se parece mucho más a un puñal.”

El tercero tomó en sus manos la trompa y afirmó que el elefante era parecido a una serpiente. El cuarto palpó la rodilla y pensó que el elefante era como el tronco de un árbol.

El quinto, tocando una de sus orejas, afirmó con toda convicción que se parecía un abanico.

Y el sexto, agarrando su cola que se balanceaba, pensó que el elefante era como una cuerda.

“Y así, aquellos hombres del Indostán discutieron a gritos durante largo rato, manteniéndose firmes cada uno en su propia opinión… ¡Aunque cada uno de ellos tenía parte de razón, todos estaban equivocados!”

Esta historia nos recuerda algo que fácilmente podemos olvidar: que nuestro conocimiento de la realidad es limitado.

Ahora bien, una cosa es afirmar que la verdad no puede ser conocida absolutamente y otra muy distinta presuponer que no podemos conocer verdades absolutas.

La misma fábula de los ciegos y el elefante ilustra esta realidad.

Es obvio que esta historia es relatada desde la perspectiva de alguien que no está ciego, pues la única manera de saber que cada uno de los ciegos está contemplando sólo una parte del elefante es teniendo la capacidad de ver al elefante completo.

Como bien ha dicho alguien, hay una apariencia de humildad en afirmar que la verdad es mucho más grande que todo lo que nosotros podemos captar, pero cuando esto es usado para invalidar toda aseveración de conocimiento de la verdad, la persona en cuestión está asumiendo, de forma arrogante, que posee un conocimiento superior al de los demás.

Afirmar que la verdad no puede ser conocida es la declaración más absolutista que un ser humano puede hacer.

Los cristianos afirmamos conocer verdades absolutas porque Dios se ha revelado en Su Palabra, la Biblia, aunque al mismo tiempo reconocemos que no podemos conocerlas absolutamente.
Sugel Michelén es pastor

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