miércoles, 12 de noviembre de 2008

Mi corazón, hogar de Dios


Lectura: Juan 14:19-31

(Juan 14:23) vendremos a él, y haremos morada con él.

En España conocí a una ancianita que se vestía bien y se arreglaba con maquillaje y todo antes de encender la televisión. Cuando le preguntamos por qué lo hacía, nos contestaba, “¿Cómo iba estar en la presencia de gente desconocida sin estar debidamente presentada?”. Siempre me quedaba incrédulo, porque en verdad ella creía que los protagonistas sabían que ella estaba allí y que le veían a ella también. Por ser amable nunca le dije que estaba loca.

Pero supe de otra mujer que arreglaba su casa todas las noches antes de irse a la cama. Lo hacía porque no quería que el Señor la encontrara siendo una ama de casa desordenada si regresaba antes de la mañana. Muchas veces traté de imitar sus altas normas de nitidez, pero cuando era una joven ama de casa, esposa y madre, por lo general terminaba el día sabiendo que mi casa no pasaría la prueba.

Mantener una casa bien arreglada para la gloria de Dios es una aspiración muy digna. Pero con el tiempo me di cuenta de que Su primera preocupación, no es la casa de la calle donde vivo. A Él le importa mucho más el estado de la casa donde vive Él: mi corazón. Tu casa es simbólico de tu vida.

En Juan 14:21 encontramos dos maneras de mantener esa casa: amar a Dios y obedecer sus mandamientos. La desobediencia a Dios ensucia el hogar que es nuestro corazón. Pero la obediencia que se expresa por amor a Él hará de nuestros corazones una morada adecuada para Dios ahora, y estaremos listos cuando Cristo vuelva.

La siguiente oración nos puede ayudar a distinguir entre las normas externas y las eternas: Ayúdame, Padre, a limpiar mi corazón de la misma forma que limpiaría mi casa. Saca todo el polvo y las telarañas del orgullo, los malos sentimientos y el prejuicio. Quiero mantener un corazón limpio que sea tu morada.

TU CORAZÓN HA DE SER EL HOGAR DE DIOS.

(Mateo 23:38-39) e aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

Hno. Prince Parker

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