miércoles, 8 de abril de 2009

El tamaño de tus metas refleja el tamaño de tu Dios.



El “poder de pensamiento positivo” promueve el concepto que con solo pensar positivamente un individuo puede transformar sus deseos en realidades.

A pesar de que nuestras actitudes influencian grandemente nuestros actos, no nos debemos dejar de engañar creyendo que nuestro poder mental vasta para llevar a cabo todos nuestros planes, que es la filosofía de muchos de los que sostienen a ultranza el poder del pensamiento positivo.

Dios nos demuestra claramente que el hombre, abandonado a sí mismo carece del poder para hacerle frente a muchas de las circunstancias que le rodean.” El Señor dice: “Maldito el hombre que ponga su confianza en el hombre mortal y desvía de Dios su corazón.

Es como raquítico arbusto del desierto, sin esperanza para el futuro: Vegeta en planicie salitrosa de inhóspito desierto: la prosperidad lo dejó a un lado para siempre.” (Jer. 17:5-6).

Este pasaje ilustra claramente lo insensato que es confiar únicamente en los recursos humanos y en el ingenio del hombre para resolver problemas y alcanzar nuestras propias metas.

Sin embargo, el mismo pasaje continúa así:” Pero bienaventurado el hombre que confía en el Señor y en el Señor a puesto su confianza y fe, es como árbol plantado a orillas de un río, cuyas raíces penetran hasta encontrar el agua: árbol que no agobia el calor ni angustian los largos meses de sequía.
Su follaje se mantiene verde y produce en todo tiempo jugosos frutos. (v.7 y 8). (Jer. 17:8).

¿Qué contraste más claro entre la persona que confía en sí misma y el que únicamente confía en Dios? El poder del pensamiento positivo se concentra en el ingenio humano, mientras que el poder del pensamiento divino tiene a Dios como el recuezo total y único.

Por lo tanto, la actitud positiva del dirigente cristiano debe tener su origen en el pensamiento divino, en reconocer que Dios constituye el recurso total y único para alcanzar la meta o proyecto.

¿Qué parte del poder divino está a la disposición del líder cristiano? “Y ahora, gloria sea a Dios, quien por el formidable poder que actúa en nosotros puede bendecirnos infinitamente más allá de nuestra más sentidas oraciones, deseos y pensamientos y esperanzas.” (Efe.3:20)

¡Que descripción del enorme poder de Dios a nuestra disposición! Somos incapaces de tener pensamientos suficientemente grandes o de hacer plegarias suficientemente grandiosas como para aprovechar y abarcar todo el poder de Dios, que debiera ser la fuente del pensamiento positivo del cristiano.

Muéstreme a una persona con metas pequeñas y les enseñaré a una persona cuyo Dios es pequeño. El tamaño de nuestras metas es el reflejo del tamaño de nuestro Dios.

Por ejemplo: un amigo comenzó un campamento cristiano en las Montañas Rocosas de Colorado. El panorama era bellísimo, con elevados y nevados picos, maravillosas praderas y un claro riachuelo de aguas frescas, que se deslizaba al pie de los altos pinos verdes.

Un día visité el campamentote mi amigo y me llevé el gran chasco de mi vida. Cuando caminábamos por el campamento, nos detuvimos frente a una fila de casas-remolque viejas, oxidadas y gastadas y mi amigo dijo: “Escucha Myron, he aquí una respuesta a mi oración.” Explicó que le había pedido a Dios unas casas-remolques usadas para convertirlas en dormitorios y barias personas habían donado aquellas para que los huéspedes del campamento las utilizasen.

Más allá, en nuestro paseo, encontramos una caseta, tipo Quonset, muy dilapidada, de las de la segunda Guerra mundial, que se empleaba como comedor y capilla. De nuevo nos detuvimos para admirar otra respuesta a una oración.

“Sabes” me dijo, “le dije a Dios que con seguridad alguien tendría un edificio que podría donar al campamento y helo ahí. Justo lo que necesitábamos como sala de reunión.”

Al final del paseo me enseñaron varios vehículos muy antiguos y un camión de basura viejo.

“Le dije a Dios que debía haber un camión que no usase nadie y que me lo donaran y vino un contratista y nos lo regaló.”

Al ver todas estas donaciones, me pasó por la mente: “¿Estará realmente tan pobre Dios? Ciertamente no se ajustaba a la descripción de un Dios “capaz de hacer lo que no nos atreviéremos ni a pedir.

“Sin embargo, mi amigo dijo:” ¿No es grande Dios? Todo esto estaba en la lista de lo que había pedido en oración y Dios me ha concedido todas las cosas.”

Entonces recordé el pasaje de Marcos “Oigan Bien, oren por cualquier cosa y si creen recibirán. Seguro que la recibirán” (11:24).

Dios puede darnos más de lo que somos capaces de pensar o de pedir. Sin embargo, debemos pedir, lo que mencionamos es lo que recibiéremos.

El concepto en que tengamos a Dios determinará lo que le pidamos y creamos que el nos concederá. El dueño del campamento creía que Dios le daría artículos de segunda mano, eso fue lo que pidió y eso fue lo que recibió.

Sin embargo, Dave, el presidente de la organización misionera tenía una visión de Dios como proveedor de millones de dólares para la predicación de Evangelio, para proveer nuevos edificios y ampliar su personal. ¿Cuál es la diferencia?

Parte de la diferencia radica en el concepto que tengamos de Dios y lo que él hará. Su concepto acerca de Dios y sus actitudes influenciaban lo que ellos le deseaban pedir y confiar en lo que Dios les proveería. En otras palabras el tamaño de su Dios se reflejaba en el tamaño de sus aspiraciones.

Si quiere saber cuál es el tamaño de tu Dios, observa el tamaño de tus metas y lo que le pides a Dios que haga. Nunca le pedimos a Dios más de lo que pensamos que es capas de resolver y proveer.

Pablo no fue un gran misionero por ser un gran hombre, fue un gran misionero porque tenía un Dios grande. Compartió el secreto de una vida venturosa cuando les dijo a los habitantes de Efeso Que Dios ponía su gran poder al alcance de su pueblo par que lograran grandes cosas, superiores a las que podían pedir o imaginar.

El concebir la grandeza de Dios nos ayuda a ensanchar nuestros propios pensamientos y planes concernientes a lo que El desea llevar a cabo por medio de nosotros.

Fuente: Sígueme.



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